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PUBLICACIONES
REDACCIÓN CREATIVA
Voy arrastrando mis pies
ante esta orilla
a la que de lejos
regalas tus mejores versos.
Me pierdo en la luz
de esta puesta de sol
que me calienta los huesos,
y brindo por la vida
alzando esta cerveza
con la que trago el pasado.
Mis pies bailan al son
de unos djembes,
mientras tu mirada
postrada en la libreta
se pierde el vuelo
de este baile.
Un niño detrás de ti,
sentado en la misma arena
de espaldas al mundo,
reniega de la vida
y pide incesante
que le regales un balón.
Sus ojos
se han clavado en los míos.
Y contra todo pronóstico,
ante tanta inmensidad,
aquel granito de arena
que se aferra al paisaje
acaba borrándolo todo.
Hasta tu luz.
Nosotros empeñados
en comprender la vida
con puñados de palabras,
mientras la vida golpea
ante nuestros ojos
con la realidad de un niño
al que le han quitado la infancia
y la desigualdad
de este mundo
ha empeñado sus sueños.
Tanto mirar al horizonte
en busca de respuestas,
cuando la única verdad
brillaba oculta
detrás de este atardecer.
Gambia
tiene nombre de mujer.
Tiene los ojos
de una madre
que te sigue la pista
hasta donde no puede verte.
Que te cuida
y te salva
sin arroparte.
Tiene la fuerza
de los brazos
de quien carga,
sostiene
y sustenta un país.
Y la nobleza
de quien ofrece
por encima
de sus posibilidades
y gana lo justo
para sobrevivir.
Tiene la mirada limpia
y la sonrisa certera
como un disparo al corazón.
Sus calles arenosas
cubren la pobreza
que hay en ella.
Igual que sus vestidos coloridos
llenan de luz
este pequeño rincón de África.
Gambia
son los brazos abiertos
de Fatou
dándonos la bienvenida
a nuestra nueva casa.
Y ese abrazo final
que invitaba a volver siempre.
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